Damien Hirst es un artista que no te deja indiferente, y quizás, para mí, ese es su mayor éxito. Tengo que confesar que no soy una gran fan de sus obras y que fui a ver su exposición en Venecia durante la Bienal de Arte con curiosidad ya que había leído varios artículos sobre ella pero con distancia de no ser una gran admiradora de su trabajo.

Hay que decir que sin duda es un trabajo colosal por el número de piezas, 198, el tamaño de muchas de ellas, con una escultura de 18 metros, los 10 años de preparación y el presupuesto de producción de 50 millones de libras.

Además, el que esté en Venecia, en dos espacios como el Palazio Grassi y la Punta de la Dogana ya la hacen una exposición que merece la pena verse por las salas que la albergan.

Primero visité el Palazzo Grassi y sin duda ver su patio central invadido por el coloso sin cabeza impresiona. Los vídeos de la supuesta recuperación de las obas del fondo del mar y las piezas de un formato más pequeño que están en esta sede te hacen por momentos realmente dudar de la historia fantástica del barco hundido hasta que llegas a las imágenes de Mickey Mouse, Goofy y Mowgli con Baloo.

Entonces sonríes y entiendes que es todo una burla para hacernos pensar que la verdad es tan relativa como lo que ven nuestros ojos, consiguiendo hacernos caer en la postverdad que es la verdadera intención de Hisrt con esta exposición.

En la Punta de la Dogana se encuentran piezas más grandes y también muy llamativas como el calendario maya y algunas piezas también contemporáneas por si todavía no te has dado cuenta de que es todo un juego y una ilusión.

En mi opinión si vas a Venecia a visitar la Bienal, merece la pena ir a ver esta exposición pues no te dejará indiferente sobre lo que puede llegar a hacer el ser humano como creador de la verdad y la ilusión. Me gustará saber qué opináis cuando la veáis. Espero que me contéis pronto….

 

Tamara Kreisler
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