De todas las técnicas pictóricas, la acuarela es probablemente la técnica más compleja, ya que en su ejecución intervienen variables difíciles de controlar como el agua y el tiempo de absorción del soporte.

Otra de las características que define la acuarela y la diferencia del resto de las técnicas pictóricas desde el punto de vista estético es la posibilidad de aplicación del color con inmediatez y frescura, generando resultados con una huella específica de esta técnica, imposible de igualar con ninguna otra.

Normalmente el acuarelista suele comenzar el trabajo en húmedo, para lo cual utiliza un papel de alto gramaje que sujeta a un soporte rígido. De esta forma podrá encharcarse el papel de agua y trabajar en superficies amplias vertiendo el color para generar efectos de fluido como agua o nubes.

Una vez terminada esta etapa, se extiende la gota con un pincel blando de pelo natural para generar colores homogéneos como las casas o los planos del territorio. Paralelamente se puede trabajar con herramientas alternativas que generan huellas distintas a la del pincel, como esponjas, trapos, lápices blandos, o incluso ceras o fluido enmascarador para reservar los blancos del papel.

Desde el punto de vista de la conservación, y al contrario de lo que muchos creen, el trabajo de acuarela realizado con materiales de primera calidad tiene unas garantías de conservación muy superiores al óleo o al acrílico, necesitando únicamente ser enmarcadas y protegidas con un cristal separado del papel. De esta forma, una acuarela durará siglos.

En la actualidad muchos pintores trabajan en acuarela sus obras finales, otorgando a esta técnica una entidad propia y distinguida, como el caso de artistas de la Galería Kreisler como Juan Díaz, el que puedes encontrar obras también en  kreislerart.com o Manuel Huertas Torrejón.

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